Bulimia/anorexaia: las dudas más comunes

Los mitos y temores que rondan los trastornos de la alimentación suelen ser comunes a todos. Aquí una enumeración útil para despejarlos y aprender desde cero qué queremos decir cuando hablemos de este tipo de enfermendades.

* ¿Estamos frente a una enfermedad?
Últimamente hemos observado algunas conductas que no sabemos cómo calificar. Nuestra hija está haciendo una dieta que no difiere mucho de la que hace su compañerita de escuela. Tal vez esté menos comunicativa, no quiera compartir con nosotros las comidas o pase demasiado tiempo en el gimnasio. Pensamos que estas actitudes de por sí no tienen por qué alarmarnos.

Además, muchas veces minimizamos algunas señales que advertimos.
No cabe duda de que preferimos que “todo esté bien” y seguimos actuando como si así fuera. En realidad, aquí viene bien un consejo que debe tenerse en cuenta: consultemos con un especialista. Es el camino más seguro para preservar la salud.

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* ¿Se trata de un capricho?
Esto es lo que comúnmente se preguntan los padres y creen que seguramente debe ser así.

Estamos ante una hija que se ha comportado siempre “como es de esperar”, no ha traído problemas en casa, y ahora repentinamente tiene actitudes inesperadas para nosotros.
Ha cambiado el carácter, a veces es hostil o agresiva, y la armonía familiar se resiente.
Prestemos atención a estos cambios y observemos detenidamente su conducta.

* ¿Serán problemas de adolescencia?
Pensamos que esta situación se revertirá con el paso del tiempo y que es solo circunstancial.

Su interés por “estar flaca” no difiere del común de las personas. Todas las chicas están a dieta. “Son cosas de la edad”, pensamos. ¿Por qué no colaborar entonces preparándole la “comida especial” que nos pide? Nos evitaremos disgustos y la complaceremos ¿Qué tiene de malo?
La dieta es la puerta de entrada a la enfermedad. No la abra.

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* ¿Qué hice mal para que esto pasara? ¿Quién tiene la culpa?
Hemos llegado al punto en que la situación es casi insostenible. No sabemos qué nos pasa, qué le pasa a nuestra hija, a nuestra familia.

Pensamos que todo es un caos, pero no sabemos qué nos pasó. Entonces nos preguntamos ¿Qué hicimos mal? ¿Dónde fallamos?

No se atormente y reflexione. Usted es un buen padre y ha hecho lo mejor que ha podido.
No se sienta culpable. Busque ayuda especializada.

* Si hablo con mi hijo, ¿entenderá y cambiará de actitud?
Este es uno de los últimos intentos por revertir la situación. Lamentablemente, no da resultado.

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Nuestro hijo no reconoce estar enfermo, no tiene conciencia de enfermedad y, por lo tanto, no quiere curarse.

No debemos esforzarnos en este sentido. El mejor camino es buscar una solución efectiva.
Volvemos entonces al primer consejo: consultemos con un especialista. Es el camino más seguro para preservar la salud.

 

Por Dra. Mabel Bello (Matrícula: 36.440.), Directora Médica de ALUBA (www.aluba.org.ar).