Pesca con mosca, una pasión de pequeñas multitudes que se renueva cada año

Este fin de semana, unos 80 aficionados a la captura de truchas se congregaron a orillas del Río Grande en la 32° Fiesta Nacional de la Trucha y el 9° Encuentro de Pesca con Mosca.

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En medio de la estepa fueguina, el Río Grande esconde uno de los tesoros más preciados para pescadores locales y de todo el mundo. Allí, la trucha marrón propone una lucha de ingenio y destreza irresistible. Este fin de semana, cuando está terminando la temporada, unos 80 apasionados de la pesca con mosca salieron en caravana y coparon unos 50 kilómetros de una margen del río, congregados ante esa pasión compartida por armar sus propios señuelos y gozar luego de la espera silenciosa. Las excusas fueron la 32° Fiesta Nacional de la Trucha y el 9° Encuentro de Pesca con Mosca.

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Gabriel llegó en su camioneta con dos hermanos desde Catamarca, a 3.700 kilómetros de distancia. En su provincia, cuenta, siempre pescó con carnada, pero desde hace cinco años es unos de los “nuevos apasionados” –y con locura, remarca– de la pesca con mosca. En esta especialidad se reemplaza la carnada común por señuelos fabricados con cueros de animales, plumas e hilos de colores. Y se acompaña la actividad con lo que los especialistas llaman catch and release (captura y liberación).

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Por el entorno y las piezas que ofrece el río, de diciembre a marzo, en la temporada alta, los pescadores extranjeros compran paquetes semanales para pescar en el Río Grande y llegan a pagar entre 8 y 9 mil dólares, sólo por la estadía, revelan desde el Instituto Fueguino de Turismo (InFueTur).

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El río es reconocido en todo el mundo como uno de los mejores sitios trucheros.

La cantidad y calidad de las truchas marrones que ahí se capturan es el principal fundamento. Y la naturaleza se encarga de renovar sus credenciales cada año.

En Río Grande cuentan orgullosos que ostentan récords en casi todas las categorías de pesca. “Y este año sacaron un macho marrón de 15 kilos y un 1,09 metro”, apunta uno de los guías.

Para llegar hasta el cauce del río, primero hay que entrar a la estancia María Behety, unos de los patrimonios que identifican a Río Grande, reconocida por tener el galpón de esquila más grande del mundo.

Carina Oviedo, lugareña «importada» de la provincia de Córdoba hace 18 años, es otra de las seducidas por la pesca con mosca. “Una vez que probás no querés volver (a otros modos de pescar) y además tratás de atraer más gente”, se sincera.

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Ella se encarga de reclutar mujeres en la isla para sumar a las salidas de pesca. “En el Río Grande, un principiante debería usar una caña para lanzar a dos manos, porque es ancho y necesita conseguir distancia cuando tira. Y una línea de hundimiento medio. Siempre alguien te da una mano.

Tené en cuenta que si las truchas saltan están arriba, entonces necesitás una línea de flote, si el río está planchado necesitás que se hunda”, explica con entusiasmo. Es que por estas latitudes todos son pescadores. Y de los buenos.

F: Clarin.com